El medioambiente es esclavo de muchas de nuestras decisiones. Qué consumimos, cómo lo consumimos y, especialmente, en qué cantidades lo consumimos son decisiones cruciales para contribuir, o no, al bienestar del planeta. Con la ropa pasa lo mismo. Desde los últimos años, las compras de segunda mano han incrementado. Una tendencia que, no solo contempla aspectos estéticos, sino que está claramente ligada con el medioambiente y con los efectos que el consumo desmesurado de ropa ha tenido en los últimos años. En el post de hoy, hablaremos de la industria textil y el medioambiente.
Con la aparición de grupos como Inditex y otros gigantes dedicados al fastfashion, la cantidad de ropa, calzado y accesorios acumulados por cada ciudadano europeo ha incrementado en un 40% durante las últimas décadas. Las redes sociales y las nuevas plataformas crean necesidades que obligan al consumidor a invertir mucho más en cantidad de ropa, algo muy diferente a invertir en calidad. Sin ir más lejos, porque el 87% de esa mercancía acaba incinerada o en basureros en los que no solo su degradación supone cantidades ingentes de gases de efecto invernadero, sino que además es en vano, pues menos del 1% vuelve a tener uso.
De hecho, en la actualidad tiramos a la basura un 811% más de ropa que hace 60 años, esto no nos sorprende si tenemos en cuenta que cada año la industria textil produce 14,3 millones de toneladas de desperdicios. Tanto que, el cálculo de emisiones de gases efecto invernadero es más alto que el de sectores como la aviación y el transporte marítimo.
Relacionado con esto, ponemos el foco en el concepto de huella hidráulica, inventado por Arjen Hoekstra. Este hace referencia al volumen total de agua dulce utilizada para producir bienes y servicios de una empresa. Entre otras cosas, el concepto de huella hidráulica revela que para fabricar una camiseta de algodón se utilizan alrededor de 2.900 litros de agua y en unos vaqueros, casi 12.000 litros. En esta cuestión vemos como los mares y océanos siguen siendo especialmente vulnerables, ya que, por un lado, más allá del agua que se desaprovecha, cada año se tiran al mar medio millón de microfibras al mar, lo que equivale a tres millones de barriles de petróleo. Y, por otro lado, la contaminación que de por sí genera la producción de la ropa es de 500 toneladas de microplásticos en el mar, aproximadamente.
Afortunadamente, hoy en día tenemos recursos que sirven como alternativa al consumo desmedido de ropa. Para empezar, reducir el gasto en fastfashion es una gran manera de tomar conciencia sobre las consecuencias de nuestras compras, elegir la ropa en función de tus necesidades reales sin tener en cuenta las modas es un punto de inflexión, pues la mayoría de necesidades nacen como consecuencia de las redes sociales, las mismas que son efímeras y que en su mayoría tienen fecha de caducidad. Además, no solo invertir en ropa de más calidad si no darle una oportunidad a las tiendas de segunda mano es también una gran manera de contribuir a la lucha del medioambiente. Únete a Blue Carbon y salvemos el planeta.
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