Desde hace mucho tiempo, los expertos advierten sobre las nefastas consecuencias que el cambio climático tendrá en los humanos. Más allá del deterioro de nuestra salud, existe otra situación derivada de esta crisis que poco a poco, empieza a tener protagonismo en las discusiones de los gobiernos y otras entidades. Estamos hablando de los refugiados climáticos.
Entendemos por refugiados climáticos, ambientales o emigrantes ambientales como aquellas personas obligadas a migrar o ser evacuados de su región de origen por cambios rápidos o a largo plazo de su hábitat local, lo cual incluye sequías, desertificación o la subida del nivel del mar. Según los datos ofrecidos por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), se prevé que para 2050 existirán 150 millones de refugiados climáticos. Las principales causas de estas migraciones serán como consecuencia de inundaciones y erosiones costeras así como trastornos agrícolas.
Geográficamente, y a pesar de solo agrupar el 14% de las emisiones mundiales de CO₂, el continente africano es el que alberga la gran mayoría de afectados por condiciones medioambientales. El principal problema reside en el aumento de las temperaturas, pues este intensifica considerablemente las lluvias torrenciales, sequías y la subida del nivel del mar, fenómenos que durante mucho tiempo han estado detrás de las grandes migraciones. Sin ir más lejos, se estima que en los próximos 10 años 60 millones de africanos se verán obligados a desplazarse a lugares como el norte de África y el sur Europa. Hasta el momento, ya son muchas personas las que han tenido que desplazarse, como ejemplos tenemos las migraciones de Mozambique, Zimbabue y Malaui a raíz del ciclón Idai o Somalia por las sequías.
Solo en 2019, se produjeron 15 millones de migraciones internas por desastres relacionados con el clima según el Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos. “Existe una crisis sistémica y una crisis ambiental con dos caras, una tiene que ver con la emergencia climática y la otra con la pérdida y la extinción masiva de las especies, y todo eso se debe a un modelo de producción y de consumo que es depredador con las personas y con el planeta en el que ganan unos pocos y pierden muchos otros”, asegura Cecilia Carballo, directora de programas de Greenpeace.
La mayoría de las migraciones producidas son de carácter interno, aunque también hay muchas que son a nivel internacional. Este hecho, no solo agrava las condiciones físicas de los migrantes, sino que, políticamente hablando, es un problema que añadir. Según varias fuentes, aún no se ha dado con las herramientas para identificar bien a este tipo de migración forzada, pues no existen mecanismos que los distingan de los inmigrantes económicos o refugiados políticos. Mientras que este subtipo tiene el amparo de la convención de ginebra, los refugiados por causas climáticas carecen de esta de protección.
A nivel jurídico, si las víctimas no tienen una entidad o documento oficial al que acogerse, los gobiernos no tienen por qué dar protección. Internacionalmente, oenegés como EAR o Greenpeace, exigen mayor ambición para esta cuestión y una colaboración más estrecha con los países más afectados. Las demandas han sido formuladas a través del informe Huir del clima, un documento que recoge la influencia climática en las migraciones de 2020, un año donde hubo 30,7 millones de desplazados.
Con todo, vemos que la crisis climática no solo nos afecta a nivel mundial, sino que empieza a tener repercusiones en nuestros derechos humanos. Desde Blue Carbon se trabaja cada día para menguar estos problemas y evitar estos fenómenos. Únete.
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